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Más de seis meses después de la pandemia, el coronavirus ha infectado a más de 11 millones de personas en todo el mundo, matando a más de 525,000. Pero a pesar de la creciente cifra, los científicos aún no tienen una respuesta clara a una de las preguntas más fundamentales sobre el virus: ¿qué tan mortal es?
Una estimación firme podría ayudar a los gobiernos a predecir cuántas muertes se producirían si el virus se extendiera fuera de control. La cifra, generalmente llamada tasa de mortalidad por infección, podría decir a los funcionarios de salud qué esperar a medida que la pandemia se extiende en países densamente poblados como Brasil, India y Nigeria.
En los países más pobres, el número podría ayudar a los funcionarios a decidir si gastar más en concentradores de oxígeno y ventiladores, o en vacunas contra el sarampión y mosquiteros.
En la actualidad, los países tienen tasas de letalidad muy diferentes, que miden las muertes entre los pacientes que se sabe que tuvieron Covid-19. En la mayoría de los casos, ese número es más alto en los países que han tenido el virus durante más tiempo.
Según los datos recopilados por The New York Times, China había reportado 90,294 casos hasta el viernes y 4,634 muertes, una tasa de letalidad del 5 por ciento. Estados Unidos, que ha tenido un número récord de nuevos casos diarios seis veces en las últimas dos semanas, ha tenido 2,811,447 casos y 129,403 muertes, alrededor del 4.6 por ciento.
Diez países importantes, la mayoría en Europa occidental, han probado porcentajes más grandes de sus poblaciones que los Estados Unidos. Sus tasas de letalidad varían enormemente: la de Islandia es inferior al 1 por ciento, la de Nueva Zelanda e Israel están por debajo del 2 por ciento. Bélgica, en comparación, está en 16 por ciento, e Italia y Gran Bretaña están en 14 por ciento.
Antes de la semana pasada, la Organización Mundial de la Salud no tenía una estimación oficial de la tasa de mortalidad por infección. En cambio, se había basado en una combinación de datos enviados por los países miembros y grupos académicos, y en un metanálisis realizado en mayo por científicos de la Universidad de Wollongong y la Universidad James Cook en Australia.
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