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Los temores sobre las condiciones dentro de los campos de adoctrinamiento son aún mayores, y la información aún más escasa. No han surgido informes sobre las condiciones en las instalaciones desde que comenzó el brote. Pero los ex detenidos describieron previamente la mala alimentación y el saneamiento y poca ayuda para quienes enfermaron.

Documentos internos chinos filtrados al New York Times y al Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación han incluido en el programa de adoctrinamiento las advertencias de los funcionarios sobre los peligros de las enfermedades infecciosas.

Sayragul Sauytbay, una mujer de etnia kazaja de origen chino que se vio obligada a trabajar como profesora de idioma chino en un campamento durante unos meses hasta principios de 2018, dijo que le preocupaba que el gobierno hiciera poco para evitar un brote en los campos.

“Según mi experiencia personal en el campo de concentración, nunca ayudaron a nadie ni brindaron asistencia médica para ningún tipo de enfermedad o afección de salud”, dijo la Sra. Sauytbay, que huyó a Kazajstán hace dos años, en una entrevista telefónica este mes. “Si el coronavirus se propagara dentro de los campos, no ayudarían, no proporcionarían ningún tipo de asistencia médica”.

Ahora la región está siendo sacudida de vuelta al trabajo. Los programas de transferencia de mano de obra, en los que un gran número de uigures y otras minorías predominantemente musulmanas son enviados a trabajar en otras partes de Xinjiang y el resto de China, se han reanudado en las últimas semanas. Los programas han sido objeto de escrutinio por controles duros y métodos de reclutamiento coercitivos que los expertos dicen que equivalen a trabajo forzado.

Para el 20 de marzo, más de 20,000 personas de los condados pobres, predominantemente uigures en el sur de Xinjiang, fueron enviadas a trabajar a ciudades como Hotan, Kashgar y Urumqi, la capital regional. El objetivo, según el diario estatal Xinjiang Daily, era transferir a 50,000 personas para fines de marzo.

Con el fin de reducir el riesgo de exposición al coronavirus, según el periódico, los trabajadores tenían que ser guiados de cerca de un punto a otro. Cuando un grupo de trabajadores partió, dijo el periódico, solo se les permitió “salir, subirse al tren y luego entrar por la puerta de la fábrica”.

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